lunes, 18 de febrero de 2008

El Parto de Veronica y su hija Valentina

Hola a todos paso a relatar mi parto.

  • Soy Verónica, mi marido es Guillermo y nuestra hija se llama Valentina.
  • El parto fue en la clínica Montpellier el pasado 22 de noviembre (41+9).
  • Mi parto fue respetado. Habíamos preparado con el ginecólogo algunos puntos a respetar y por si hacía falta llevábamos nuestro Plan de Parto y nuestro Plan de Atención al Recién nacido, ambos firmados por si en el último momento nos hacían falta.
  • Mi ginecólogo fue el Dr. Lario y la matrona se llamaba Esther, pero desconozco el apellido.

El parto.

Teníamos laopción de dar a luz en Montpellier o en Quirón. Habíamos hablado con el personal de nidos de ambas clínicas y por ello preferíamos Montpellier. Quirón no permitía el contacto inmediato piel con piel con el bebé, obligatoriamente se lo llevan a calentarlo con una lámpara. Además, para tener al bebé en la habitación permanentemente te hacen firmar un papel. Nos inspiraba más confianza el trato respecto al bebé que ofrecía Montpellier. Sin embargo, la clínica en la que daríamos a luz dependería de los partos que tuviera el ginecólogo.

Todo empezó 9 días antes, cuando las contracciones se hicieron regulares cada 4 minutos. Llamamos al ginecólogo a eso de las 4 de la mañana y nos fuimos a la clínica Quirón.

Al llegar, las contracciones se habían distanciado. La matrona me hizo un tacto y nos comento que apenas estaba comenzando. Cuando se iba a buscar un gotero le pregunté si era para ponerme oxitocina y me dijo que sí, que sería la única forma de acelerar el proceso. Le dijimos que no queríamos oxitocina, preferíamos esperar y entonces nos dijo que podía ser largo y nos mandó de vuelta a casa.

En ese momento aprendimos que puede haber contracciones regulares que al cabo de unas horas se paran y es normal. Nos fuimos contentos a casa, a ver si al final podía ser en Montpellier.

Pasaban los días. El Dr. Lario controlaba todos los días el estado del bebé. Llegaba la tarde y comenzaban las contracciones, que eran fuertes y regulares, pero que a eso de las 3 ó 4 de la mañana se distanciaban.

A los dos o tres días, un tacto del ginecólogo me indicó que esta de 4 cms. Lo que nos animó y supimos que cada día avanzábamos un poco.

A los 5 días en una revisión, el ginecólogo detectó poco líquido amniótico. Una ecografía lo confirmó. Decidimos esperar unos días y si no, lo induciríamos.

La noche del día 21 comenzaron como todas las noches las contracciones. La frecuencia era de unos 2 ó 3 minutos. Hasta ahí normal, pero a eso de las 4 de la mañana me entraron unas ganas incontrolables de empujar. Llamamos al gine y nos fuimos a la clínica. Esta vez sí era Montpellier.

Al llegar y comentarle a la matrona lo que sentía me dijo que era buena señal. Un tacto lo confirmó: estaba con la dilatación completa. La cabeza un poco alta todavía.

En ese momento se me pararon las contracciones (parece ser que es normal). Le pregunté a la matrona sobre el expulsivo sin epidural. Me dijo que dependía de cada mujer, quienes lo vivían como una parte más suave y quienes lo vivían como lo peor. En mi caso, tenía una contractura terrible en la zona lumbar que me había impedido durante los últimos días hacer el más mínimo esfuerzo, ni siquiera para ir al baño, y eso me preocupaba. Tenía miedo que el dolor muscular me impidiera empujar adecuadamente.

Le pedí hablar con el anestesista. No recuerdo el nombre, pero fue muy profesional y agradable. Le expliqué que no quería perder toda la sensibilidad, y me dijo que podía ponerme una dosis mínima y dejar un cateter por si hiciera falta aumentarla. Me pareció perfecto y le dije que adelante. En ningún momento me presionó para emplearla, fue muy agradable.

La dosis no me quitó la sensibilidad. Estuvimos esperando a que se iniciaran las contracciones de nuevo. Al no iniciarse, me propusieron ponerme oxitocina y accedí a ello. Comenzaron y las pude sentir. Estuvimos unos 30 minutos mi marido y yo solos, tenía que empujar con cada contracción para ir bajando al bebé. La matrona entraba de cuando en cuando y me animaba diciéndome que lo hacía muy bien. También le mostraba al papá la cabeza que ya empezaba a asomar. Pasé mucha sed, aunque el anestesista me dio unas gasas húmedas para chupar.

A las 8:10 nos llevaron al paritorio. Me pareció horrible que me ataran las piernas y pedí que me incorporaran lo que la camilla diera de sí. Estaba también el pediatra al que le habíamos pedido que acudiera y con quien habíamos acordado nuestro Plan de Atención al Recién Nacido (aunque como comprobamos luego, no muy convencido).

El anestesista se interesaba permanentemente por mi estado.

Yo le recordé al ginecólogo que no quería episiotomía, y todos los allí presentes me la recomendaban para evitar apocalípticos desgarros. El papá que podía verlo todo no veía la cosa tan mal y me dio ánimos. Yo me mantuve firme y cuando salió la cabeza, la matrona me incorporó para que la viera salir del todo. Tuve un desgarro que necesitó 2 puntos y que curó perfectamente.

Había allí alguna persona más que no sé muy bien quienes eran. No me molestaba, el ambiente por mi parte fue muy relajado. Fue una experiencia agradable.

El pediatra cogió al bebé y en menos de 100 segundos ya le había hecho las pruebas y me lo puso encima. El papá tuvo que ponerse firme para que nos la dejara piel con piel. Eso sí, con un termómetro para controlar la temperatura de la peque. Se enganchó perfectamente y comenzó a mamar. El personal de nidos (una mujer que quizá fuera enfermera) que estuvo en el parto y que recogió a la peque parecía familiarizada con lo que habíamos pedido, fue muy agradable. Nos dejaron solos a los tres en el pasillo (de vez en cuando pasaba alguien) casi una hora, antes de llevarse a la peque a vestirla y subirme a la habitación. A los 10 minutos nos la devolvieron. Hasta ese momento todo había sido casi perfecto. La peque volvió a mamar y todo iba genial hasta que esa tarde... en una de las pruebas que le hicieron de glucosa a la peque, una de las enfermeras o auxiliares que estaba en nidos consideró que le tenía que dar un biberón de suero glucosado, pese a haber pedido que no le dieran. Y ahí se terminó nuestra tranquilidad. Sus registros de glucosa eran correctos, pero alguien tomo una decisión que no le correspondía. La niña no volvió a mamar bien durante nuestra estancia en la clínica, y ahí es cuando empiezan los problemas con las bajadas de glucosa.

El personal de nidos con el que tratamos entonces no debía saber el riesgo de confusión entre la tetina y el pezón, y todos nos tomaban por locos al no querer darle biberón. La presión fue bestial, por parte de todo el mundo, el apoyo a la lactancia nulo (yo quiero creer que sólo por ignorancia).

El pediatra (el que nos atendió en el parto) vino esa noche y al día siguiente y pretendía que firmáramos un papel para que empezaran a darle LA. Por supuesto, nos negamos.

La matrona que me atendió en el parto vino a verme al día siguiente y me tranquilizó un poco. Se quedó de piedra al saber que estaba tan bien y que me quería ir a casa. El gine me dio el alta el día 23 (también muy sorprendido) y nos fuimos a casa.

En casa todo mejoró, con ayuda de Lactaria y gracias a nuestro actual pediatra, Juan José Lasarte.

Resumiendo:

Lo mejor, el parto.

Lo peor, el trato del personal de nidos con respecto a la lactancia.

2 comentarios:

Lorién dijo...

Gracias Veronica, por contar tu experiencia, seguro que nos va a ser muy útil. Enhorabuena, os lo currasteis y tomasteis decisiones informadas. Muy buenos instintos.

Besos
Sergio

Anónimo dijo...

Muchas gracias por contar tu experiencia. Daré a luz en esa clínica y estaba buscando información.