El previo. 30 de agosto de 2007
Fue un día normal, me levanté fui al trabajo, pero no sé porqué fue el único día que volví a casa en taxi, no me apeteció ir a por el bus, hacer hueco para mi barriga en el cada día era más complicado.
Hacía ya un tiempo que no volvía andando porque cruzar el puente de piedra en pleno agosto hacia el arrabal, (que hay más pendiente), y a las tres y media de la tarde y con unos kilos más es un poco duro.
Por la tarde me entró el que llamo “complejo de almacén” y no del nido que dicen en algunos libros, mi obsesión era que tenía que tener comida suficiente en casa para cuando regresase del hospital con Nuria, así que con mi marido fuimos toda la tarde de aquí para allá; a Mercadona, a Galerías Primero, a Bonárea, aprovechando que la tarde había refrescado.
En casa cenamos normalmente, y después de cenar, le “sugerí” de inicio y después “obligue” a mi marido a leer un capítulo de un libro sobre el papel de padre en el parto. Y sobre la medianoche nos fuimos a la cama.
Me tumbé cansada de todo el día y en cuanto cogí la postura para dormir, noté; ¡splash!, un montón de líquido salía de mí. Me levanté de un salto para no manchar la cama y avisé a Javi (mi marido), que estaba agotado de todo el día.
Así que nada, ducha y al hospital, puesto que las aguas no eran transparentes, pero no olían, lo que me tranquilizó.
Empecé a notar contracciones, pequeños dolores de regla pero muy soportables.
Fuimos en coche tranquilamente, eso sí, yo iba con un supermullido, tuve que meterme una toalla doblada en el pantalón porque seguía chorreando, me sentía Don Pimpón.
La noche y el día. 31 de agosto de 2007.
Avisamos a los futuros abuelos de la noticia y les dijimos que me había puesto de parto, que todo iba bien y sobretodo que no hacía falta que fuesen al hospital a esperar. Pero ¿cómo se iban a perder el nacimiento de la primera nieta, sobrina, biznieta…? Cuando llegamos al hospital ya estaban allí esperándonos.
A la llegada, respiré profundamente, pase por admisión, después por la sala de urgencias donde esperaba y desesperaba. Pasaba el rato y no me llamaban.
Mi madre y mi tía se empezaron a impacientar y fueron a preguntar que porqué tardaban en llamarme. Y es que como me vieron llegar con una sonrisa en la boca, pues no pensaban que estaba ya de parto. Y eso, que mi disfraz de Don Pimpón cantaba un poco.
Una vez enterados que había roto aguas, me llamaron enseguida, me hicieron las preguntas rutinarias y me hicieron el primer reconocimiento, metiéndome algo para acabar de romper aguas, que no sé para qué porque pienso que poco más podía salir.
Entonces me dijeron que podía pasar a dilatación; Amablemente les pedí si me podían dar una bata, pero solo me dijeron que me vistiese. Así que a duras penas me volví a poner mi disfraz de Don Pimpón pero esta vez con menos relleno, bastó una compresa de las que llevaba en la bolsa.
Así que me tuve que vestir para cruzar por la sala de espera, andar una veintena de pasos y volverme a desnudar en la sala de dilatación.
Aquí empezó mi noche: llegó la matrona y me enchufaron la oxitocina en el brazo izquierdo tras dos pinchazos, en el derecho me pusieron un controlador de la tensión, las correas por la barriga y monitorizaron a Nuria. Ah!, y me dieron los papeles para la epidural.
Yo le comenté que cómo iba, y me dijo que estaba de dos centímetros, lo cual me alegré porque ya quedaba menos, había empezado a dilatar y me seguía encontrando bien. Le expresé mi alegría de que ya se me había borrado el cuello y empezaba a dilatar, y me encontraba bien y ella me contestó que no tenía ni idea y que estaba muy verde.
Las contracciones me provocaron ganas de limpiarme por dentro, por lo que avisé a Javi para que me acercasen una tolva, me la colocaron y cuando terminé, la auxiliar lo único que hizo fue darle un trozo de papel higiénico a mi marido para que me limpiase.
El peor momento llegó cuando, estando sola empezaron a bajar los latidos de mi peque, mucho no entiendo, pero la máquina estaba a punto de llegar a cero, llegó corriendo la matrona asustada y pidió un médico. Entonces no lloré, solo pensé; ”no te mueras, después de estar nueve meses conmigo, no te mueras”.
En el momento de monitorizar a Nuria, ya se alteró su ritmo cardíaco y la matrona me dijo que a esta niña no le gustaba que le tocasen. Y ¿a quién le gusta que le molesten?, digo yo.
También empezó a pitar el cacharro de la tensión, entonces acudieron tres o cuatro batas blancas para ver qué pasaba, hablando entre ellas y probando a encender y apagar siguiendo las recomendaciones de los informáticos, eso sí, a mí ni un hola buenas noches.
Al cabo del rato la matrona volvió a insistir con la epidural, y yo le dije que seguía bien y que aun podía aguantar el dolor, aunque empezaba a notar más las contracciones hacia los riñones, me imagino que también hacía su efecto la oxitocina, el estar tumbada y el no sentir ningún cariño ni confianza hacia la matrona.
Paso un tiempo más y vino la matrona con la anestesista (eran cerca de las cuatro de la mañana), y me dijo: bueno qué, ¿te la pones?.
Y claro, te sientes aturdida porque yo tenía miedo a no sentir las contracciones para poder empujar y me dijeron, tranquila que te ponemos poca.
Seguía anocheciendo, porque me tuvieron que pinchar dos veces para meter el catéter, porque la aguja del primero estaba obstruida. Noté como el líquido entraba hacia el lado izquierdo, así que mi lado izquierdo se quedó más dormido que el derecho, pero bueno, seguía notando las contracciones.
Y allí me quedé con picores por todo el cuerpo, porque la epidural me hizo reacción y empezó a amanecer, hubo cambio de turno, y apareció mi solete particular, Isabel, la nueva matrona que me iba a asistir en el momento crucial.
En todo momento me animó, me alentó y me dijo palabras amables, me quitó los aparatos porque ya no eran necesarios.
Con ella hicimos una prueba para ver qué tal empujaba y me dijo que lo hacía muy bien y que Nuria ya había coronado. Amablemente le enseñó al papi la cabecita y se fue a preparar el paritorio.
La pena que esa noche llegaron varias urgencias y nosotros nos quedamos esperando un buen rato, hasta que volvió Isabel y me comentó que si no había paritorios lo haríamos allí mismo, y se tuvo que volver a ir corriendo.
En ese rato de espera las contracciones disminuyeron y pienso que se paró un poco el parto por ver que no llegaba el momento.
Volvió y fuimos al paritorio, había llegado la hora de empujar de verdad. Recuerdo que fue muy rápido, me comentó que iba a ser necesario hacerme una episotomía pero muy pequeñita, y que me animaba diciendo; “Lo haces muy bien, aguanta un poco más, un poco más”.
Y nació Nuria a las ocho menos veinte de la mañana.. En ese momento me la entregaron y fue una emoción grandísima, no podía parar de repetir; “Qué cosa tan bonita, pero qué cosa tan bonita, …”.
A continuación, tuve que empujar un poco más y salió la placenta, Isabel me ofreció verla, justo cuando estaban reconociendo a Nuria y me explicó que estaba sana. El padre estuvo a nuestro lado en el paritorio y su cara reflejaba una emoción y una ternura indescriptible.
Enseguida me cosió (cinco puntos, pero muy pequeños y bien puestos, como me dijo después mi matrona del centro de salud Mª Ángeles) y me entregaron a mi hija para pasar a la sala del despertar.
Nuria se enganchó al pecho nada más salir del paritorio, yo no sabía muy bien cómo pero ella tenía muy claro lo que tenía que hacer, succionar y succionar.
Al ratito se pasó la matrona para ver cómo estábamos y le dije que estupendamente.
Y aquí termina mi parto; con dos partes bien diferenciadas; con una noche oscura pero con una amanecer precioso.
Sinceramente, pienso que podían mejorar algunas cosillas de atención al paciente.
En admisión o en las mismas urgencias debían preguntar para saber cómo llegan las futuras mamás, para establecer correctamente el orden de reconocimiento.
Una vez que te hacen el primer reconocimiento, te deberían dejar una bata para estar cómoda y pasar a dilatación o dónde te indiquen.
Tendrían que hacer cursos de reciclaje de sicología y de cómo tener empatía con el paciente.
2 comentarios:
Me he emocionado leyendo tu parto. Hay que ver lo expuestas al azar que estamos las mujeres que llegamos a parir a un hospital. A ver si se dan cuenta y cambia definitivamente para todas.
Como se notaba que tu estabas preparadisima.
Un abrazo y mil gracias por compartirlo
Soy Isabel tu matrona y me alegro haberte ayudado al nacimiento de tu hija, si he tardado en contestarlo es por que he leido hoy el blog.
Isabel
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