¿Y MI PROXIMO PARTO PODRÁ SER VAGINAL?
Esta fue la primera pregunta que hice cuando me dijeron que finalmente me iban a hacer una cesárea (a la vez que lloraba como una macarena, por supuesto)
Desde el primer momento me culpé, y continúo haciéndolo, de no haber tenido un parto más natural, más tranquilo, más satisfactorio, o no se muy bien como llamarlo, en cualquier caso, todo lo opuesto a lo que finalmente fue.
Mi único consuelo ha sido que el resultado final, el amor de mi vida, que es mi niña, llegó al mundo sana y salva “a pesar” de todo lo que nos rodeaba.
Desde mucho antes de estar embarazada estaba convencida de que NUNCA me pondría la epidural, de que los contras superaban a los pros con creces, de que siempre se había parido sin ella y las mujeres continuaban pariendo y el mundo no se había acabado. Contaba con el dolor que siempre se supone a un parto (luego ha llegado a mi mucha información de todo lo contrario, para mi sorpresa), pero quería ser plenamente consciente y partícipe de la venida al mundo de alguien tan importante, quería que nos sintiésemos unidas la una a la otra cada segundo, pero…. No siempre las cosas son como uno las desea o imagina…
Tras mucho meditar he llegado a la conclusión de que no tener al papá de Vanesa junto a mí fue un factor determinante para no pensar ni un segundo si me ponía la epidural o no cuando me lo preguntaron por primera vez. El me había dicho tantas veces que no quería que sufriera, que le preocupaba que me pasase algo, que al no tenerlo a mi lado pensé, y si luego ocurre algo... se sentirá culpable de no haber estado a mi lado... También el ambiente que te rodea, cuando te dejas llevar por el, hace poco a tu favor… y tener a mi madre conmigo (una madre no quiere que sus hijos sientan dolor NUNCA, ya lo sabéis) tampoco me ayudó a tomar la decisión que ahora creo que hubiese sido la correcta.
Todo empezó mal, cuando en mi semana 41 acudí a maternidad a un control rutinario y a una doctora joven que ha me había atendido en alguna ocasión, cuya cara no olvidaré en mi vida, se le ocurrió la brillante idea de, sin preguntar y como si fuese alguien para decidir sobre nuestras vidas, hacerme la maniobra de Hamilton. Aquello dolió muchísimo, como la cantidad de tactos posteriores e innecesarios que se empeñan en seguir practicando. Todavía me arrepiento de no haberle dicho nada, porque en el momento que me lo hizo y dijo: “es posible que en unas horas tengas contracciones” yo ya era consciente de lo que había hecho, gracias a la preparación que nos procuró la matrona del centro de salud.
Unas horas después expulsé el tapón mucoso y al ratito empecé a notar contracciones. Acudí al hospital tras unas 8-10 horas de espera, procurando que fuesen cada 3 minutos, para no sentir que me apresuraba demasiado y evitar que interviniesen desde el principio en el nacimiento de mi nena (aunque ya era un poco tarde, habíamos empezado regular..). De hecho, algo anotarían en mi historia, ya que en el libro del embarazo pone que el parto fue inducido.
Desde que llegué a urgencias sentí todo muy frío a mí alrededor, aunque en ese momento estaba muy concentrada en respirar e intentar controlar el dolor lo mejor posible. En todo momento mi madre, mis hermanos y más tarde mi padre estuvieron a mi lado, y eso hizo que me sintiese más tranquila y arropada. Aunque en mi mente sólo había dos personas, la que venía de camino y su papá, que sabía que yo ya estaba de parto y seguro, seguro que el estaba allí lejos, solito y preocupado por “sus niñas”. Todavía no me ha contado como pasó esas horas, pero se que estuvo despierto el día entero que tardó Vanessa en decidirse a salir con nosotros.
Enseguida me subieron a una habitación porque después de un montón de horas (se que no son tantas... pero para mi…) solo había dilatado 3 centímetros y allí estuve un ratito (creo que fueron un par de horas). Durante mi “estancia” en planta, tuve que ir a que me hiciesen un reconocimiento, a ver como avanzaba y llegué con contracciones frecuentes y respirando como me habían enseñado y el médico me pregunto: “¿Quién te ha enseñado a respirar así?”, en un tono que me pareció de medio burla; esto después de que le enfermera, auxiliar o quien quiera que fuese que me “llevó” de la habitación a la sala donde estaba el médico, pusiese mala cara cuando me paré por el pasillo y le dije, “espere un momento” en plena contracción (sin comentarios, para que…)
Como en cuanto me preguntaron si quería epidural dije que si, me bajaron enseguida a paritorios. Al ratillo de estar allí y tras el reconocimiento correspondiente de la matrona y la obstetra vino la anestesista que me administró la epidural (Dios mío, que decisión más nefasta, aunque ella diría que no tuvo nada que ver). Lo único positivo que tengo que decir fue que la matrona fue estupenda conmigo, estoy convencida de que si le hubiese enseñado mi plan de parto (que tan bien guardadito se quedó en mi bolso), ella hubiese estado a mi lado. Era joven, se llama Paula, y es la única de todas las personas que pasaban por allí que me hizo sentir bien y que se disculpaba cada vez que tenía que “invadir” mi espacio.
Vamos a ver, una vez puesta la epidural, empezamos:
1. Rotura de bolsa
2. Gotero de oxitocina (o viceversa, no recuerdo) (De nuevo ahí estaba Paulita que se molestaba en explicarme todo aquello que iba a hacer, la oxitocina no, me refiero a la bolsa, no deben estimar que seamos lo suficientemente inteligentes como para saber o querer saber lo que nos están metiendo en las venas). La monitorización ni la nombro porque eso estuvo conmigo desde el primer momento.
3. Aparatito en el dedo para controlar el pulso y aparatito en el brazo para ir tomando la tensión.
4. pinchacito en el dedo para ver el azúcar: oh, sorpresa, tienes el azúcar muy alto (no conseguí pasar el test de sullivan, o como se llame, por dos veces y me dieron por imposible, así que simplemente tenía mucho cuidado con el azúcar, pero nada más). El tema del azúcar supuso que durante todo el proceso de mi parto, cada hora vienese la pobre Paula, con cara de penita a decirme… “te tengo que pinchar otra vez, lo siento, a ver que dedo eliges esta vez???”.
5. Vaya, estoy notando que se me ha dormido muucho un lado del cuerpo, incluida la cara (¿esto no será por la epidural?? Noooooo, mira que estás loca...) y el otro lado de mi cuerpo está medio despierto, vaya que puedo avisar antes que el monitor, de cuando vienen las contracciones.
6. cada horita más o menos viene la amable obstetra (más joven que yo y a la que tiene que guiar la matrona durante los tactos, para que sepa cual es la dilatación y donde está la cabecita de mi nena… uffff) a revisar como va todo.
7. y ya se me olvidaba, mueven mi tripota hacia un lado y hacia otro porque mi peke que se había comportado como un futbolista de primera durante todo mi embarazo, había dedicido relajarse y esto no podía ser, ¡¡Tienes que salir ya de ahí!!! (eso tampoco tiene nada que ver con la epidural, por supuesto, como había osado siquiera a pensarlo….)
8. voy dilatando y llega el momento en que deciden que no me suministran más anestesia porque llega la hora de empujar, así que mi lado “despierto” se despierta más y más y el otro se va desperezando. Pero pese a mis esfuerzos y a que mi amiga Paula me anima a ponerme de lado y no tumbada, la cabezota de Vanessa se resiste a asomarse (si esque se ha saltado las normas desde el primer momento, rebelde que es una, le gusta tomar las decisiones desde antes de nacer, que orgullosa estoy).
9. Claro, esto se esta alargando demasiado, vamos a llevar a Marta al paritorio para hacer una prueba de PH a la peque, y comprobar que está todo bien. Todo bien, volvemos al paritorio (¡¡que suerte hoy no toca compartirlo!!).
10. como mi nena estaba ya tan abajo no la oían bien con la monitorización externa, vamos a ponerle monitorización interna (¿¿pensáis poner eso en la cabecita de mi nena??? Bueno, ella sabrá perdonarme, con tanta gente alrededor opinando yo ya no se con quien discutirlo….)
11. venga, vamos a empujar otro poquito, uff que dolor, mi pobre mamá sufre al verme, pregunto que hago mal, porque mi nena no hace mención de salir, y me dicen, ánimo que lo haces bien, otro empujón, uno viene, mira, mete la mano e intenta estirar de mi amorcito, mientras yo empujo, otro aprieta mi barriga, pero ella, don erre que erre, “!!que yo aquí estoy muy bien, porque no os enteráis???!!!”. Estoy completamente dilatada, pero yo creo que la han movido tanto y su mamá está tan cansada de tanto apretón y tanta gente alrededor opinando….
12. Bueno, te vamos a hacer una cesárea.
Se me cayó el mundo encima cuando oí, esa frase. ¿Una cesárea? Pero que clase de mujer soy, que no sabe ni parir a su propia hija? Una cobarde que no ha sabido negarse a la epidural, con lo mala que es, y encima una floja que no es capaz de empujar como Dios manda para que su niña venga al mundo…. Sólo recuerdo muchas lágrimas, y ellos me decían, no te preocupes, esto se hace todos los días, no corres ningún peligro (¿Y mi niña que?? Me vais a separar de ella en cuanto vea fugazmente su cara, lo se) Pero ignoraban que no era eso lo que me preocupaba, no era miedo lo que sentía sino una gran decepción conmigo misma. Alguna auxiliar que estaba a mi lado me escuchaba y llegué a ver la comprensión en su cara, incluso algún ánimo, no te preocupes, creo que llegué a escuchar que me consoló un poquito.. (Y aquí más o menos es donde tuvo lugar mi pregunta estrella. ¿Y si me hacen una cesárea, tengo probabilidades de que mi próximo parto sea vaginal?? En fin, una que es así… creo que se quedaron un poco alucinados, mi madre incluida…)
Salí del paritorio, camino del quirófano llorando inconsolablemente, y todos me decían, no te preocupes, que no pasa nada…. En fin, no iba a esperar que me comprendiesen.
Noté un montón de tirones muy fuertes, aunque con la súper dosis de anestesia que me pusieron sólo sentía el tirón, nada de dolor y ya deseaba ver a mi nena, por fin, sana y salva. Sólo quería abrazarla y pedirle perdón por todo lo que había tenido que pasar…
Finalmente salió, me dijeron, esta es tu niña, me la enseñaron fugazmente y se la llevaron. Luego mi familia me contó que se la llevaron a ponerle oxígeno urgentemente, porque ya iba justita… Pero todo fue bien, nació sana y fuerte. Después del oxígeno, el test de APGAR, y todo lo que supongo… me la trajeron, tan bonita envuelta como para regalo, con su cabecita redonda, tan pequeña e indefensa…. La adoré desde el primer segundo en que la vi, fue un flechazo instantáneo (ahora se que es una suerte, que no en todos los partos, sobre todo por cesárea ocurre esto...). No la pude coger, tenía los brazos atados y se la volvieron a llevar, me pusieron otro “chute” y me quedé medio dormida, mientras terminaban, me cambiaban a una cama y me llevaban a una sala, en la que pasé más de una hora y media, porque además tuve la "suerte" de coincidir con el cambio de turno y tuve que pasar tres cuartos de hora extra en esa bonita sala, sin mi nena, a la que imaginaba solita en una cuna, desamparada, sin nadie que le diese la bienvenida al mundo….
Al momentito de estar en mi habitación llegó ella, medio dormidita, preciosa y frágil, y la pusieron a mi lado. Ella enseguida buscó el pecho y yo se lo ofrecí, no hizo falta que nadie nos dijese nada, aunque para eso había un “estupendo personal” muy dispuesto a inmiscuirse y el cual es otro capítulo aparte, que no me voy a molestar en escribir.
4 comentarios:
Qué relato tan angustioso, y tan real.
A mí, me ocurrió algo parecido; y siempre sentí que la relación con mi hijo había nacido incompleta.
A mí, la epidural me fue bien con mis dos hijos.
El segundo nació de parto natural, eso sí, con empujón en la barriga porque ya no se debía de poder esperar más, porque, además, estaban obsesionados con que tenía una cesárea previa (que luego comprobaron que la cicatriz del útero estaba perfectamente). La diferencia es increíble; acoger a tu hijo de esa manera supone el momento más pleno y feliz de tu vida.
Un saludo
Blanca
Yo pensaba que era algo inusual... pero por lo que estoy oyendo ultimamente sois muchas las que habeís vivido una muy mala experiencia hasta encontraros con vuestro niño.( en mi caso fue una cesarea programada y elegida, no quería que me metieran mano para darle la vuelta a María.). A mi cuñada le ha pasado lo mísmo que a tí, al final le tuvieron que hacer una cesarea urgente, la niña tenía aire en los pulmones y ha estado una semana en la uci. Sin su madre...y ahora que... lo que tenía que ser algo precioso. se ha convertido en algo triste. Nadie habla de lo mal que lo hemos pasado, supongo que algún día saldrá. Y sobre todo, mi cuñada.. por cierto, la forma de tratar los sanitarios a la mamá, también es un tema tabú. y para mas, han dejado por imposible lo del pecho. Es dificil después de una semana sin estar juntas.
A mi también me realizaron cesarea después de 12 horas, y la verdad cuando me lo dijeron rompi a llorar de nervios y miedo. Lo peor de la cesarea es estar separada de tu bebe al que sólo has visto unos instantes.
Pero por otro lado tengo que decir que di a luz en el Miguel Servet, y creo que no pude elegir mejor (tenía la oportunidad de dar a luz en la privada pero no lo hice), porque la verdad que tuve suerte y me trataron genial. Mi matrona tambíen fue Paula y fue encantandora, no me cansaría nunca de darle las gracias por todo. A ella y a María Jesús que estaba haciendo las prácticas o no se muy bien como se dice. Pero en general todo el equipo me trato muy bien. Gracias a todos
Muchas gracias por vuestros comentarios. Me gustaría añadir algo que quizá con el "furor" de escribir todo el proceso (empecé y no pude parar, creo que lo necesitaba más de lo que pensaba)olvidé.
En el paritorio, en todo momento me sentí arropada, sobre todo por la matrona, Paula, quien bien decís que es un encanto, y luego acudió a la sala de despertar a ver que tal estaba. También le agradezco muchísimo todo su apoyo a unos cuantos profesionales más que intentaron por todos los medios, y estoy segura de ello, de evitar una cesarea. Me dijeron que había dilatado completamente y tenía posibilidades de tener un próximo parto vaginal sin problemas.Lo agradezco de verdad, pero si me paro a pensar....
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