Hace unos meses ví como a una niña le regalaban por su mayoría de edad "unas tetas nuevas". La conversación de la joven con el cirujano plástico era la siguiente:
- Chica: "¿Podré dar el pecho? Porque quiero tetas grandes pero también dar el pecho si tengo hijos"
- Cirujano: "Podrás dar el pecho pero mi recomendación, si quieres tener el pecho bonito, es que no lo hagas".

También he observado en una mercería por la que paso habitualmente que, al lado de los sujetadores para aumentar una o dos tallas, para juntar, para separar hay otros que reducen hasta 3 tallas.... O sea, no hay talla buena ni posición correcta.
Es cierto que las europeas, frente a las latinoamericanas o asiáticas, damos mucha importancia al busto. Y hablo en femenino porque desde luego que ellos también lo hacen pero, aunque babeen con una talla 100, están tan a gusto con la de la talla 85 que es tan divertida o con la de la talla 95 que es pura ternura. Y jamás entenderían un sujetador reductor!!!! :-D
A parte del problema de la seguridad en nosotras mismas, de sabernos acertar tal y como somos, de no andar metiéndonos bolis debajo de la teta a ver si se sostienen o no, es que no hemos descubierto nuestras tetas.
Cuando una parte de tu cuerpo sirve para alimentar, reconfortar, calentar, consolar o mimar a tu hijo, lo que más quieres de este mundo, no te fijas tanto en si se descuelga, si está demasiado gorda o demasiado pequeña. Desde luego, a tu hijo no le importa.
Por eso comentarios como el de Giselle Bundchen (aunque ha sido un poquito radical, para mi gusto), las fotos de Angelina Jolie luciendo sujetador de lactancia o la disposición de Salma Hayek ayudan a que las mujeres entendamos que se puede estar cañon y a favor de la lactancia. (Las reacciones de algunos sectores al comentario de Giselle dan para 3 post más).
Esa experiencia, que no sueles tener a los 18, llenará tu vida los suficiente como para que mires tus tetas y estés encantada por las alegrías que te han procurado a tí misma (descolgadas o no son un punto erógeno estupendo), a tu pareja (no hay tamaño malo) y, sobre todo, a tus hijos. Este mensaje, que debería pasar de generación en generación, se pierde.
Todos sabemos que hay casas más grandes, más bonitas, con más jardines que la nuestra. Pero la nuestra tiene ese rinconcito que nos gusta tanto y que tanto vale. Pues esto, debería pasar con cada parte de nuestro cuerpo.